Se transcribe a continuación parte del texto (concretamente, casi todo el epígrafe titulado como "Prenotandos") de la consulta que, en 1944, se realizó a alto nivel dentro de la Comunión Tradicionalista acerca de la posición de la misma ante la situación política del momento y la posible restauración monárquica. El autor de la misma fue, muy seguramente, el recordado D. Manuel Fal Conde, entonces jefe delegado del todavía Príncipe Regente. El texto se toma de la imprescindible obra "Apuntes y documentos para la historia del Tradicionalismo español 1939-1966",Tomo 6, recopilación de textos realizada por Manuel de Santa Cruz.
La Comunión Tradicionalista tiene dos misiones que cumplir a las que la mueven el designio divino que la ha conservado y la herencia de nuestro pasado.
Una primera misión permanente, habitual, de conservación de nuestros ideales:
a) Como sustentadora de la verdad política que en sus componentes representa una verdadera vocación, un apostolado religioso-político.
b) Como expresión del más acrisolado patriotismo, en cuyo sentido tenemos la representación de la España ideal auténtica.
c) Como luz e inspiración para la Nación en cualquier momento político, desde nuestra constante oposición que ha caracterizado la "protesta carlista".
d) Como reserva para los momentos críticos en los que la Comunión, sin estar en el Poder, ha podido levantar la bandera de más eficaz aglutinación de voluntades y realizado las más difíciles empresas salvadoras de España.
e) Como sistema político que un día en que la oportunidad histórica lo determine pueda dar a España el único régimen realizador del bien común de los españoles.
Y una segunda misión circunstancial, ocasional: la de procurar el Poder público en todos los momentos en que ha parecido posible conseguirlo. Porque existe como sistema activo y práctico y no como mera especulación filosófica.
Según lo anterior la Comunión Tradicionalista tiene una propia personalidad sustantiva. Es una selección de patriotas como persona moral definida y derechos ciertos cuya existencia y vida han sido gloriosas y cuya conservación constituye un fin inmediato de grave obligación de los dirigentes.
Pero esa persona moral, Comunión Tradicionalista, ni se creó, ni ha subsistido normalmente sin una ligazón estrecha con un problema dinástico. Antes de constituir persona moral propiamente dicha fue la causa de una lealtad personal a la realeza legítima; fue durante mucho tiempo esa causa de lealtad. Más como quiera que las lealtades carlistas no son incondicionales a la persona del Rey, sino en tanto éste representa unos principios, fue formándose la persona moral colectiva, Comunión dentro de la lealtad dinástica hasta constituir un ser moral tan inconfundible que ha podido subsistir por sí misma faltando los Reyes, si bien que adoptando la forma supletoria de la realeza en su continuidad histórica, esto es, la Regencia.
De ahí es que el ideal sea concebir la Comunión Tradicionalista como persona moral sustentadora de la verdad política, pero presidida y acaudillada por el Rey que tenga derecho a la Corona. En su defecto tiene que haber quien por derecho legitimista represente esos derechos monárquicos, si bien sea en calidad de Regente durante el interregno.